Por Luz Malena Góngora
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Desde la
invención del radio hasta los modestos artefactos tecnológicos de hoy día, los televisores,
podemos decir que ha existido la telenovela. Basta con hacer un recorrido por
una ciudad pueblo o comunidad para darnos cuenta de la importancia que tiene un
televisor en cada hogar y el nivel de audiencia que tienen las novelas a diario.
Para algunos estos pueden ser vistos
como un instrumento educativo, para otros es simplemente el pan de
entretenimiento de cada día.
Sonará ilógico pero en algunos casos quizá no encontremos un
refrigerador o una cocina de gas, pero si un pantalla plana y las deudas con
las casas comerciales que los ofrecen al contado. También, las cuentas elevadas
de luz eléctrica, pues este artefacto tan indispensable quizá se mantenga
encendido gran parte del día. Y así cada miembro de la familia tiene su espacio
y su horario para el mejor amigo del hogar.
En Nicaragua
según informes del observatorio de medios de la UCA, los canales nacionales que
captan mayor audiencia durante el día son los que ofrecen una buena gama de
telenovelas, por lo que en las programaciones de cada canal se encontrarán
alrededor de seis novelas por día. Lo suficiente para que la ama de casa
realice sus quehaceres mientras disfruta de una buena telenovela o para que los
muchachos de la casa al regresar del colegio miren su novela antes de hacer sus
tareas. Y las mejores, que son las de la noche, se disfrutan en familia.
En este género existen de todo tipo, desde las
que hacen reír hasta las que te sacan las lágrimas. Novelas de romance, las
clásicas, de ficción, de la vida cotidiana, etc. Y en marcas muchos dicen que
las brasileñas son las mejores, sin
opacar a las mexicanas que no dejan de tener gran público, aunque para otros
representen una total pérdida de tiempo. Todas ellas son minuciosamente
diseñadas con la intención de mantener el interés permanente del público. Así
también hay telenovelas para todas las edades y desde los pequeños hasta los
adultos crecen con este género televisivo.
De esta
manera, la telenovela perfila como una de las fuentes principales de
entretenimiento para la audiencia de los canales nacionales. Pero sería ingenuo
dejar de mencionar sus características que por lo general son más destructoras
que edificantes. Por su
extensión, la telenovela tiene que mantener una trama que atraiga al público de
manera que no se canse o se aburra y es allí donde encontramos una serie de
historias utópicas y fantásticas que mantienen a su audiencia en una especie de
falsa realidad e intriga. Muchos se inmiscuyen tanto en la historia que
empiezan a vivirla como propia, a actuar o comportarse como su actor favorito o
como el malo de la novela.
El problema aquí no es precisamente que se
admire a un actor o actriz sino que se
frustran porque sus vidas no pueden ser como la historia de la joven que era
pobre y que de repente encontró a su príncipe azul y se volvió millonaria o la
cantidad de obstáculos que pasa una pareja antes de casarse y luego son felices "para siempre". Las novelas, cuando no se tiene una personalidad definida, pueden
llegar hasta a cambiar la manera de pensar y de ver la vida de un individuo. Éstas
enseñan a mentir, a engañar, a desconfiar,
a decir la verdad, a ayudar a los demás o a hundirlos.
La novela
puede enseñarnos a todo dependiendo del punto con el que más nos
identifiquemos. Puede inspirarnos a luchar por un sueño o a seguir luchando
frente a una dificultad. Pero algo si es cierto, y es que más que otra cosa
sigue siendo sólo una fuente de entretenimiento que no quita ni añade
conocimiento.
Es necesario
que empecemos a cambiar el entretenimiento por programas más educativos que nos
ayuden a enfrentarnos a la vida viviendo nuestras propias historias y
realidades y no añorando las de otros.
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